Argumento
La Liga de la Justicia de América se había disuelto tras una época turbulenta, pero el Universo DC no podía pasar mucho tiempo sin sus principales defensores. La mítica Crisis en Tierras Infinitas había dejado el terreno allanado a nuevas ideas y autores rompedores, y el supergrupo por excelencia fue uno de los principales beneficiados... contra todo pronóstico. La continuidad de la época hacía casi imposible que estandartes como Superman o Wonder Woman estuvieran en la alineación habitual, así que la editorial optó por reunir a clásicos como Batman, Canario Negro o el Detective Marciano con personajes que procedían de tiempos remotos, como el Dr. Destino; con elementos extraídos del El Cuarto Mundo, como Mr. Milagro y su fiel Oberón; o con héroes que originalmente habían pertenecido a otras empresas, como Shazam o Blue Beetle. ¿Arriesgado? Sin duda, sobre todo teniendo en cuenta a los autores a quienes el editor Andrew Helfer asignó el proyecto en 1987. Keith Giffen era más conocido como dibujante que como guionista, y sus últimos trabajos lo habían acercado a un humor que rozaba lo absurdo y que no parecía tener cabida en un proyecto tan solemne como la Liga de la Justicia. J.M. DeMatteis tenía fama de escritor existencialista e incluso espiritual. Y nadie sabía quién era Kevin Maguire.
El resultado fue un auténtico bombazo de esos que se dan pocas veces en la vida. El propio DeMatteis reconoce que fue la riqueza expresiva del dibujo de Maguire lo que potenció un factor humorístico que Giffen ya había desarrollado en las andanzas de Ambush Bug y la Legión de Héroes Sustitutos. Con el tiempo, hubo cambios de alineación (porque, al fin y al cabo, era la Liga de la Justicia) y se incorporó a otros clásicos como el Capitán Átomo o Rocket Red. El grupo recibió estatus internacional por parte de Naciones Unidas y fundó una rama europea en la que estuvieron Flash y Power Girl, entre otros. Y por el camino, se fueron enfrentando a enemigos como el Hombre Gris, Manga Khan, la dictadura de Bialya... La acción, el humor y un fuerte peso de la caracterización se combinaron de una forma tan orgánica que Liga de la Justicia Internacional inauguró un subgénero, el de la comedia de superhéroes, que siguió funcionando cuando Maguire dejó la serie en manos de Adam Hughes mientras Bart Sears y Darick Robertson se encargaban de los disparates de la división afincada en París.