Nazario en Córdoba de 1990 a 2016

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Nazario en Córdoba de 1990 a 2016

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Sobre esta edición

Catálogo de la exposición de julio de 2016 Nazario en Córdoba de 1990 a 2016, en la Sala de exposiciones Vimcorsa.

Textos del propio Nazario, relación de exposiciones, obras publicadas, fotografías, libros y catálogos. 26x24 cm

Argumento

Fueron pasando los años, y hasta los siglos, desde aquellas memorables VIIª Jornadas del Cómic en la que a alguien se le ocurrió reunir la obra de un gran dibujante de tebeos clásico nacional, Vázquez, el de Las Hermanas Gilda, un dibujante emergente aunque ya consolidado, Nazario, el creador de Anarcoma y un indiscutible maestro del cómic internacional como era Hugo Pratt, autor del inolvidable Corto Maltese. A cada uno se le había designado un local para exponer su obra pero “alguien”, al ver la obra de Nazario, se escandalizó y pensó que el Albergue Juvenil de la Junta de Andalucía o el Museo de Bellas Artes, no eran los lugares más idóneos para colgar aquellas obras. (¡Córdoba, la cuna del maestro del erotismo: Julio Romero de Torres, al que tanto he admirado!). Decidieron escamotearla relegándola a un lugar de menor categoría, aunque magnífico, como era la Posada del Potro. Ríos de tinta corrieron a favor y en contra de aquella exposición. Las hemerotecas y mi página web mantendrán viva la memoria. Pero yo recuerdo una charla que di sobre un tema que siempre me apasionó: El Erotismo en el Cómic, en la que hacía hincapié en los límites que algunos pretenden imponer al concepto erotismo creando el concepto pornografía. Pornografía era todo aquello que rebasara las líneas rojas (ahora tan de moda), creadas e impuestas por ellos. Estos señores, autoerigidos en árbitros de la moral, a menudo hipócritas, se arrogaban el derecho de vetar y censurar. Caza de brujas la llamaron a aquel empeño que algunos pusieron en vetar y clausurar la exposición que muchos de ellos ni siquiera habían visto.

A lo largo y ancho de estos 26 años transcurridos desde aquella memorable exposición, mis obras han paseado por montones de ciudades tanto en España como fuera de ella y me he visto involucrado en innumerables escándalos provocados por la intransigencia y el fariseísmo de unos y los intereses políticos de otros. Una muestra casi esperpéntica la constituye la exposición que hicimos en el ayuntamiento (Paería) de Lleida, en octubre de 2005. Tanto la exposición como el catálogo pasaron inadvertidos hasta el punto de no conservar ni siquiera una nota de prensa haciendo mención de ambos. Pero hete aquí (diría mi amigo Onliyú), que dos años más tarde, en medio de una campaña política, los de Convergencia y Unión decidieron exhumar aquella exposición y su catálogo para atacar a los gobernantes de aquella época acusándolos de financiar una exposición y editar un catálogo de obras que ellos dieron en llamar “pornografía católica”. La prensa reaccionó esta vez con varios artículos comentando el caso y los pequeños catálogos sobrantes, de los que se habían vendido unas pocas decenas durante la exposición, se agotaron rápidamente.

El caso del álbum Ali Baba y los cuarenta maricones es un poco confuso, pero la utilización sesgada por los medios de comunicación reaccionarios e integristas, llevaron la polémica al paroxismo en las páginas de internet. Ni siquiera yo llegué a enterarme muy bien, en medio de la enredada confusión creada por la Cope y en general por las hordas eclesiásticas y peperas para desacreditar la Nueva ley de Educación para la Ciudadanía en la que los socialistas recomendaban a los profesores leer mi álbum, entre otros libros, para que entendieran la vida íntima de los homosexuales fuera de los clichés impuestos por la homofobia. Hoy mis obras apenas si escandalizan a unos cuantos despistados que parecen no haberse enterado aún de que hemos cambiado de siglo.

Algunas de mis obras más denostadas, como aquella célebre Tentación, Martirio y Triunfo de San Reprimonio Virgen y Mártir, que tuve que publicar en Paris y más tarde, clandestinamente, aquí en España en el cómic La Piraña Divina, ha sido estudiada por profesores en diversas universidades nacionales y extranjeras y sus páginas fueron adquiridas por el Museo Reina Sofía de Madrid en donde hoy pueden ser contempladas en su colección permanente. Que me fuera concedido el Gran Premio del Salón del Cómic; que escritores tan relevantes como Manuel Vázquez Montalbán o Joan de Sagarra; que profesores como Eliseo Trenc Ballester o Antonio Ramírez de Arellano, rector de la Universidad de Sevilla o el famoso crítico de arte Edward Lucie-Smith hayan realizado escritos elogiosos sobre mi obra; que el Salón Internacional del Cómic me concediera el Gran Premio; que la Junta de Andalucía me haya otorgado el premio de las artes visuales Pablo Ruíz Picasso; que el Ministerio de Cultura me sorprendiera con la Medalla de Oro al mérito de las Bellas Artes; que el alcalde de Barcelona me nombrara Ramblista de Honor o que, al cabo de 26 años, el Ayuntamiento de Córdoba se volviera a acordar de mí invitándome a realizar una exposición que resumiera los trabajos más relevantes que he estado realizado hasta el día de hoy, constituyen gestos de los que me siento muy orgulloso.

Mi trayectoria artística ha ido transcurriendo a saltos pero sin traumatismos, con una gran fluidez, producto de una coherencia que me ha hecho ir estableciéndome, sin rechazos ni descalificaciones, de una forma de expresión artística a otra. Cuando terminé Magisterio y pude ganarme la vida sin la ayuda de mis padres, “caí” en Morón de la Frontera dando clases de alfabetización de adultos (¡Quién me iba a decir que a los setenta y tantos años volvería a dar clases de alfabetización, esta vez como voluntario, a inmigrantes!). Allí me convertí en un gran aficionado al flamenco, hasta el punto que me apasioné con la guitarra con la que estuve peleándome casi diez años sin conseguir tocarla mínimamente bien. El ser un gran melómano no incluía que estuviera dotado para ser músico, ni siquiera un músico mediocre. ¡Pero cómo disfruté intentando sacarle sonidos a aquel bello instrumento!

Un día descubrí el cómic. Aquella pasión que había sentido desde la infancia por la escritura y el dibujo, podían confluir en una forma de expresión artística a la que siempre llamamos tebeos y a la que más tarde comenzaron a llamar cómics. Y comencé el aprendizaje de escribir guiones y convertirlos en dibujos con bocadillos para los diálogos. Y como en Sevilla no veía salida para mi obra, decidí irme a Barcelona y allí convertirme en dibujante de cómic. Sentí pesar por mis padres al abandonar el magisterio y entregarme a la vida incierta y aventurera de artista contracultural. Recuerdo la perplejidad de mi padre, que había leído en la prensa algunos comentarios sobre la contraculturalidad, diciéndome “¡Hijo mío, cómo puedes defender eso de la contracultura, con el trabajo y el dinero que nos ha costado darte una cultura!”. Más adelante comenzó a sentirse orgulloso al ver cómo mi nombre comenzaba a aparecer en la prensa y ¡hasta en la televisión! Conseguí llegar a alcanzar las que para mí resultaban cotas más altas, tanto en la expresión barroca del dibujo y el color con la obra Turandot, como en los exhaustivos delirios sexuales (que intentaban emular a aquellos delirios atribuidos a Sade en La Filosofía en el tocador), creando Ali Baba y los 40 maricones. Aun habría una pequeña propina de sexo heterosexual, princesas e incestos en la obra con la que me despedí del cómic: La Princesa que perdió el pie de su zapatilla.

El día en que unos galeristas de Madrid me ofrecen la posibilidad de exponer y convertirme en pintor, abandoné drásticamente el mundo del cómic y me dediqué con ahínco a pintar objetos en lugar de aquellos personajes que se movían y contaban historias. Yo sostenía que los personajes de mis historias debían quedar retratados no solo por sus características personales, sus hechos, su vestimenta o sus palabras, sino por su entorno. Procuraba colocarlos en un ambiente en el que cada elemento estaba minuciosamente escogido para ofrecer datos que dieran pistas al lector para conocerlos mejor. Usaba lo que en teatro o en cine se denomina atrezo. El personaje leía determinados libros, escuchaba una música específica, colgaba en la pared cuadros de un determinado nivel, podían aparecer bebidas alcohólicas, medicamentos, drogas o ramos de flores y, como los retratos del Renacimiento, a través de una ventana, podíamos ver el entorno de sus viviendas. Cuando comencé a pintar acuarelas me dediqué a retratar el atrezo del personaje que tenía más cerca: yo mismo. Mis cuadros eran como autorretratos en los que escamoteaba mi rostro. Mi ventana a la Plaza Real, mis cortinas, mis discos, mis libros, mis ramos de flores o aquellos objetos que me atraían y compraba en las tiendas de los anticuarios, constituían mi atrezo particular.

Exponía alternativamente en una galería de Madrid (que me llevó a la Feria de Arco en varias ocasiones), y otra de Barcelona. Me hicieron fastuosas exposiciones antológicas y un día llegó la crisis en forma de ausencia de compradores y desaparición de las dos galerías con las que trabajaba. Esto, unido a una sensación de haber llegado al límite de un perfeccionismo en la técnica de mis trabajos y un encasillamiento, en el que me habían colocado clientes, críticos y admiradores, como pintor de bodegones, flores y naturalezas muertas, hizo que me tomara unos años sabáticos como pintor y me dedicara a confeccionar una suntuosa página web que tomó características y dimensiones definitivas de mausoleo. Recopilación de artículos de prensa, entrevistas de televisión, catalogación de obras, recuento de exposiciones individuales y colectivas…Escanear, sugerir al informático; corregir al informático; pelearme con el informático, pero siempre pegado al informático, fue un trabajo agotador.

También fue agotadora la labor de recopilación de fotografías, documentos y textos para el libro La Barcelona de los 70 vista por Nazario y sus amigos, en el que pretendí recrear el ambiente y los acontecimientos de aquellos años transcurrido en una ciudad en la que yo y mis amigos fuimos protagonistas. Comencé a hacer fotografías por el placer de fijar las imágenes y los personajes que circulaban por la Plaza y que yo veía desde mi ventana. La Plaza Real siempre fue para mí una fuente inagotable de inspiración. Cambié varias veces de máquina, cada vez con zoom más potentes, para captar los menores detalles, como en mis dibujos. Pero mi cámara no desdeñaba en absoluto el ambiente que me rodeaba de la ventana para adentro. Así terminaron siendo pasto de mi objetivo mi compañero Alejandro y todo el harén de novios que mantuvimos y que aún sigo manteniendo. Los novios en el sofá, los novios en la cocina y, sobre todo, los novios en el dormitorio. Miles de fotos, cientos de pequeños vídeos, fotomontajes, etc. constituyen todo un material, aun en proceso de elaboración, para una gran exposición audiovisual con la que sueño pero que las entidades, teniéndome encasillado como artista del cómic, de la ilustración o la pintura, no se deciden a apoyar. Sería uno de los mayores trabajos audiovisuales de un mismo espacio visto desde un mismo lugar (esta indiscreta ventana mía), realizado a lo largo de más de más de veinte años.

Pero la fotografía, a pesar de constituir un trabajo arduo de insistencia, constancia, oportunismo y pesada labor en el ordenador, no deja de ser una especie de hobby comparado con la escritura. Tras los trabajos de investigación, memoria y selección de datos sacados de documentos, archivos y diarios que escribí desde pequeño, que utilicé para escribir mis pequeñas biografías que incluiría en catálogos de exposiciones antológicas y en la página web, decidí que era el momento, abandonada la pintura, de sumergirme unos años en el pasado (¡En absoluto con nostalgia -yo puedo ser de todo, menos mezquino y nostálgico!), y escribir mi autobiografía. El resultado fue una obra de dimensiones monstruosas que abarcaba desde los años de mi infancia en el pueblo, colegio de curas, estudios en Sevilla, vida independiente como maestro con salidas del armario y primeros novios, marcha a Barcelona, movida underground, hasta la crisis final. Ninguna editorial quería saber nada de tamaño mamotreto hasta que se me ocurrió trocearla, como era lógico, por volúmenes.

Poco antes de la inauguración de esta exposición presentaré en sociedad el volumen La vida íntima del dibujante underground editado por Anagrama; para después del verano saldrá el libro Las complicadas aventuras de Anarcoma y el robot XM2, con el guión novelado de la 3ª entrega de Anarcoma que ya tenía prácticamente escrito en los 80 para continuar publicándola en El Víbora y, para final de año, la editorial La Cúpula está preparando unas Aventuras completas de Anarcoma que reunirá los dos álbumes ya hace tiempo agotados. Cuando me encuentro con conocidos a los que no veo desde hace tiempo, que ignoran mis trabajos más recientes y me preguntan: “¡Nazario, ahora no haces nada, no haces cómics, no pintas, no publicas, ni sales en la prensa, ni nada!”, yo sonrío y le contesto que ahora me he convertido en un solitario viudo jubilado.

Nazario

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