Argumento
Pese a haberse escrito y dibujado en apenas 10 días, con objeto de presentarse en el Salón del Cómic de Barcelona (donde Monteys obtuvo el premio al autor revelación), Calavera Lunar es una de las parodias/homenaje al género de aventuras superheroicas más inteligentes y concienzudas nunca realizadas. Uno de sus aspectos más destacables es el conocimiento profundo que el autor muestra de las peculiaridades de nuestra subcultura del consumismo tebeil. Que la historieta ahora, gracias al término Novela Gráfica y a las primorosas ediciones que se estilan en nuestro país, ha devenido en objeto con cierto empaque cultural no tiene vuelta de hoja, pero la mayoría de los aquí presentes nos aficionamos a pie de calle, con cuadernillos que, además de la aventura de nuestro personaje favorito, incluía otras secciones como correos de los lectores, resúmenes, logos, tiras de humor (¿alguien ha dicho Tumbita?), anuncios de otras publicaciones, llamadas a números anteriores, etc. Calavera Lunar los reproduce todos y en cada uno deja su apunte irónico, no exento de ternura. En particular sus burlas a esa especie de religión que el aficionado llama “continuidad”, presentes ya desde la osadía de numerar un número único, atacan con brillantez el concepto desde la vulgaridad (y vulnerabilidad) de su serialización industrial, a la vez que nos explica maravillosamente por qué los tebeos de antes se entendían mucho mejor sin necesidad de haber empezado por el principio. Y es que, con la mano en el corazón, ¿necesitamos saber realmente que Calavera Lunar aprendió a fabricar su arsenal con palillos en el episodio “Calavera Lunar hace un curso de armamento con palillos”?